Día de Reyes

 

Llega el día 5 de enero, víspera de Reyes, día de carreras de pajes que han dejado para última hora conseguir algún regalo, de cabalgatas, de niños nerviosos, mezcla de ilusión por lo que ven, de la inquietud porque saben que esa noche los Reyes Magos pasarán por sus casas y de la cantidad de azúcar que han ingerido, todo hay que decirlo.

Es un día mágico, ese día todo es posible. Escribieron una carta y pidieron regalos, quizás muchos, y desean ver si esos señores venidos de Oriente les han conseguido lo que tanto ansían. Y sí, habrá muchos que ya duden, que hayan preguntado a sus padres o registrado la casa intentando encontrar los regalos, pero con la esperanza de no encontrarlos o de escuchar de boca de sus padres que los Reyes Magos existen. Y es así porque todos queremos conservar esa inocencia, esa ilusión. Porque intuimos que si esa magia desaparece, en ese momento, comenzamos a ser mayores. ¿Y quién quiere ser mayor? ¿Qué niño va a querer cambiar su vida de juegos y despreocupación por la vida de prisas, problemas y malos ratos de sus padres?   

Sí, ya sé, hay adultos que piensan que eso es engañarlos. Yo no lo creo. Los niños viven en un mundo de fantasía, creen en los Reyes Magos, en Papá Noel, en las sirenas, en las hadas, en los unicornios y en que los padres lo saben todo. El tiempo les va quitando imaginación y poniendo sus pies en el suelo. ¿Que cuando se enteran se llevan un  disgusto? Pues sí, no lo voy a negar. Yo tengo grabado a fuego la noche que bajé las escaleras sin hacer ruido para pillar a los tres Reyes Magos y pillé a los tres, mis padres y mi tío, poniendo los regalos delante del portal de Belén. Ese año no quería saber nada de mis regalos, no recuerdos ni cuales eran. No lo conté, no dije que los había visto, no les dije que me habían engañado. Me guardé mi enfado. Con el paso de los días fui recordando tantos años de “mentiras”, de juguetes que deseaba y que llegaron, de noches de ilusión y días de felicidad. Vi el esfuerzo que habían hecho mis padres por darnos esos momentos, y solo pude agradecerlo.

Esa “mentira” había contribuido a una infancia feliz. Y yo quise seguir esa tradición, no se lo conté a mi hermano pequeño, y después vivieron mis sobrinos y, por último, mi hija. He intentado que crea en ellos con todas sus fuerzas y disfrute de esa etapa. Lo pasó mal cuando se enteró, como todos, pero al cabo del tiempo recuperó la ilusión y pasó a formar parte del ejército de pajes reales que cada año intenta que ese día tenga magia, que todos creamos que los sueños se pueden cumplir.

Porque… ¿Qué hay más mágico que alguien se pase días buscando el regalo perfecto, o prepare envoltorios de fantasía y llene la casa de globos, o haga un esfuerzo durante el resto del año para que ese día esté el regalo que quieres y que sabes que tus padres no pueden comprar?

Cada uno que tenga su opinión. Yo esta noche me acostaré deseando que amanezca el 6 de enero para ver la cara de ilusión de mi hija ante sus regalos, y preguntándome que han traído para mí SS.MM. los Reyes Magos de Oriente.

Sed buenos y que los Reyes cumplan vuestros deseos.

Soledad Vela Ortega

@solev_ela


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